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Cuando hablamos de gustos y colores, nuestro mundo siempre suele dividirse en dos grandes grupos: los que se comen el borde de la pizza y los que no; los que apoyan a Batman y los acérrimos seguidores de Superman; y los que beben cerveza ante aquellos que prefieren una buena copa de vino. Como aquí todos somos apasionados de los vinos, nos ceñiremos al tema que nos atañe. Porque lo que más nos interesa es convencer a nuestro colega cervecero que beber vino durante una cena entre amigos no es de reuniones de cincuentones y también está de moda.

Un vino para cada tipo de cerveza

Lo primero que debemos tener en cuenta son los gustos personales del cervecero. Aunque también podemos recomendar nuestro vino favorito al amigo que se inicia, lo mejor es empezar por aquellos que comparten similitudes -más o menos-, con la cerveza que está acostumbrado a pedir en los bares.

Existen un total de seis clases diferentes de cerveza a partir de las cuales podremos descubrir el vino en cuestión:

1. Las cervezas light o ligeras. Son fáciles de beber y muy refrescantes, además de ser las más extendidas en todo el mundo. En este grupo encontramos las de tipo lager y pilsner. Para los bebedores de esta variedad de cerveza se recomiendan los cavas brut, que se asemejan a sus adversarios en frescor y ligereza, además de resultar relativamente baratos si se quiere consumir regularmente, con el añadido de que puede acompañar cualquier tipo de menú.

2. Las cervezas pale ales. Estas cervezas se caracterizan por tener más cuerpo y un sabor no tan amargo como las anteriores. Una de sus derivados, la Indian Pale ale, tiene mucha espuma y un alto contenido de alcohol. Este tipo de cervezas pueden traducirse en su versión vinícola a través de la variedad Carmenere, uva procedente de la zona de Burdeos en Francia y muy extendida ahora en Chile que da origen a vinos tintos sabrosos, afrutados y amargos, muy parecidos a las pale ale.

3. Las cervezas de trigo o Wheat Ale. Son cervezas suaves, cremosas y a veces incluso un poco dulces. Para estos consumidores se recomienda probar el vino blanco Chardonnay o uno a base de uva Semillón, que aporta notas de manzana y roble tanto en nariz como en boca, además de ofrecer un sabor suave y cremoso.

4. Las cervezas belgas. Se caracterizan por su color ámbar rojizo o cobre oscuro. Son suaves y afrutadas, con una densidad media y un contenido alcohólico moderado. Esta dulzura y suavidad también puede encontrarse en tintos a base de Syrah o Garnacha.

5. Las cervezas negras. Las también denominadas porter son de cuerpo medio y, como su nombre indica, de color muy oscuro. Lo mejor es probar un Burdeos o un Chianti, que tienen una porción de terrenidad parecida a la de estas cervezas, además de ser un poco más ligeros en cuanto al nivel de alcohol, aunque el nivel de taninos es alto.

Vino vs. Cerveza

El gran debate entre el vino y la cerveza no siempre se ha regido por gustos. Y es que existen numerosas comparativas y análisis en estudios que tratan de averiguar si el alcohol engorda y, por lo tanto, saber cuantas calorías más hay en una copa de vino o en una botella de cerveza. Es cierto que la cerveza tiene más gramos de hidratos de carbono que el vino, pero, y aquí reside el “quid” de la cuestión, el vino tiene más alcohol en su composición. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el alcohol en una copa estándar de vino es el mismo que contiene media botella de cerveza ligera. Los vinos blancos, por ejemplo, tienen menos calorías que una cerveza ligera, aunque las lager tengan niveles mucho más altos que el champagne. Por otro lado, tomar una copa de vino estándar cada noche y durante una semana nos aportará menos calorías que si consumimos una pinta de cerveza ale durante el mismo período de tiempo.
Así pues, todo está en beber con moderación y saber cual es la cantidad que más nos conviene consumir.

Vino igual a Cerveza

Pero tanto el vino como la cerveza presentan efectos positivos para nuestro organismo que otras bebidas destiladas no tienen y que deberían servir para marcarnos un gol. Sabemos que el tinto tiene una gran cantidad de antioxidantes que favorecen la producción del llamado “colesterol bueno” y que ayuda a mantener nuestras arterias despejadas. La cerveza, por su parte, es una importante fuente de silicio que mejora la densidad ósea y ayuda a prevenir la osteoporosis.

A partir de ahora jamás podremos poner -ni aceptar-, ninguna excusa cuando nos digan que, en vez de un pack de cervezas, el amigo que se encargaba de traer la bebida ha comprado vino. Y es que tanto el vino como la cerveza pueden resultar nuestros mejores acompañantes cuando se trata de pasar un buen rato.

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