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Hay mil maneras de elaborar un vino y, además de acertar con el producto final, a veces también consiguen diferenciarte de los competidores más directos. Recordemos para ello, por ejemplo, los cubos de piedra de la bodega de Castell d’Encús, tallados hace miles de años por los monjes hospitalarios que residían en la zona, vestigios naturales que a día de hoy son muy bien aprovechados para la fermentación de algunos de los vinos más selectos que se elaboran en la bodega.

Pero esta no es la única ni la última vez en que naturaleza y vinos se unen para ayudarse. Y es que después de poner punto final a la vendimia y a los procesos de selección y fermentación de sus vinos, 7 bodegas de la denominación de origen de Costers del Segre sumergirán algunas de sus botellas en el pantano de Sant Antoni, en el municipio de Tremp, a una profundidad de 40 metros, donde la temperatura apenas supera los 10ºC y no hay luz en todo el año. Las botellas serán puestas en jaulas especiales para garantizar su conservación.

Esta iniciativa, dirigida por el Ayuntamiento de Tremp, Salàs del Pallars, Talarn y la Torre de Capdella, está enmarcada en el proyecto “Al teu gust, aliments del Pallars”, y pretende avaluar la evolución del vino embotellado sometido a unas condiciones concretas, en este caso, el agua. Transcurridos siete meses, las botellas serán retiradas y se convocarán sommeliers y enólogos para realizar una cata a ciegas con el objetivo de comparar el resultado de las botellas sumergidas contra la misma botella pero envejecida en las condiciones dela bodega.

El caso de las bodegas de Costers del Segre no es único, pues ya se ha envejecido un vino bajo el agua antes. Es el caso de la bodega Luís Pérez, de la D.O. de Cádiz, que envejecen sus botellas en el Atlántico. El resultado es un vino que evoluciona muy lentamente -mucho más lentamente que su hermano terrenal- conservando, como si se hubiera detenido el tiempo, en palabras del propio bodeguero, características propias de un vino joven y fresco.

También existe un proyecto, dirigido por la LSEB -Laboratorio Submarino de Envejecimiento de Bebidas-, que toma como inspiración los hundimientos de antiguos barcos, que tras sus hallazgos en los fondos marinos y rescatados tras cientos de años de historia, se encontraron botellas en las bodegas de los navegantes que habían sucumbido a la fuerza y poder del mar sumergiéndolos hasta lo más profundo. Gracias a estos descubrimientos acuáticos, pudieron comprobar que después de pasar un largo tiempo en el lecho marino, sus propiedades se habían conservado extraordinariamente bien, con resultados asombrosos. Numerosas denominaciones de origen como Toro, Somontano, Ribera del Duero, o La Mancha, entre otras, toman parte en este proyecto único en el mundo.

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