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Champagne no es sólo el nombre que se le da a la región donde florecen las maisons elaboradoras de champagne más famosas y conocidas de todo el mundo, sino que también es la palabra usada para referirse a uno de los vinos espumosos más consumido en el mundo.

El champagne es un tipo de vino blanco espumoso -aunque también existe su variedad en rosado-, elaborado a través de uvas generalmente tintas, que se comercializa bajo el amparo de Appellation d’origine contrôlée, la certificación que garantiza ciertos aspectos geográficos para productos agrícolas como vinos, quesos o mantequillas, entre otros. Se realiza a través del méthode champenois.

Actualmente, el champagne se considera un indispensable en muchas fiestas y celebraciones, y su nombre se asocia directamente con la región francesa que lo produce, Francia.

El origen del champagne

El nombre proviene de la región de Champaña, al noreste de Francia, aunque ya era conocido por los romanos. Experimentó su momento cumbre en el s.XVII, cuando su consumo se popularizó en la corte inglesa y francesa gracias al impulso de algunas familias de la región. No fue hasta el 1660 cuando se empezó a embotellar poco antes de terminar su primera fermentación con el fin de conservar mejor sus aromas, un proceso que hizo aparecer por primera vez las burbujas que tanto lo caracterizan. En un principio, la efervescencia fue una preocupación para los elaboradores del champagne, pues esta recién adquirida propiedad hacía estallar muchas botellas y saltar otros tantos tapones.

A partir de entonces, se introdujeron una serie de cambios y mejoras patentados por el famoso monje Pérignon -cuyo nombre da vida a uno de los champagnes más selectos y famosos del mundo actual-, que evitaban que estos problemas hicieran perder botellas cada temporada, como sujetar el corcho con una grapa o elaborar unas botellas de vidrio más grueso. El problema de las burbujas siguió siendo un misterio hasta que Louis Pasteur descubrió la fermentación en el s.XIX.

El méthode champenois

Este método tiene dos fases de fermentación: la primera, que se realiza en cubas, y una segunda en botella. Para reactivar la fermentación en botella, se añaden azúcares o levaduras. Como la fermentación produce CO2 y la botella está cerrada, el gas se disuelve en el líquido y aparecen las burbujas. Esta segunda fermentación también produce sedimentos, por lo que se debe dejar la botella boca abajo y girarla un cuarto de vuelta un par de veces al día con el objetivo de que las partículas sólidas se depositen en el cuello de la botella, que posteriormente se congela, se descorcha y se deja que el gas elimine el resto de sedimentos propulsando la franja congelada hacia fuera.

Después, se llena la botella con licor de expedición, lo que le confiere en sabor deseado: brut, seco o semiseco, por ejemplo.

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